La inversión debe ser en general un método negativo. No es necesario hacer muchas cosas bien siempre y cuando evitemos tomar decisiones erróneas. Sin embargo, cuando el método escogido no es suficientemente prudente, puede llegar a provocar situaciones dramáticas como la actual en la cual los accionistas del Banco Popular han perdido la totalidad de su inversión.

Desde las entidades financieras, aprovechando la relación personal de la que disfrutan con sus clientes, y sin ningún tipo de precaución ni análisis riguroso de la valoración real del Banco Popular, incitaron a los clientes a acudir a ampliaciones de capital de dudoso interés para los accionistas, pero muy beneficioso para las entidades, ya que consiguen financiación gratuita pero que no tienen sus propios intereses alineados con los de sus clientes. Si lo que debemos buscar como inversores prudentes son empresas que generen suficientes beneficios como para reinvertir los mismos en recompra de sus propias acciones y ajustar sus estructuras de capital a niveles adecuados, las ampliaciones de capital suponen justo lo contrario.

Puede tener sentido acudir a una ampliación de capital de cara a financiar una empresa que está creciendo agresivamente porque su modelo de negocio es exitoso, pero acudir a una ampliación que solamente se realiza para permitir que un negocio de escasa o nula rentabilidad siga funcionando y con la esperanza de dicha situación cambie, tiene muy pocas esperanzas de obtener un desenlace exitoso. Los buenos negocios se mantienen como tales porque durante años consiguen obtener un capital intelectual, tecnológico y financiero elevado, así como una base de clientes fieles que permiten que su situación perdure en el tiempo y superen las crisis airosamente. A los malos negocios les pasa exactamente lo contrario, y que un mal negocio se convierta  a uno exitoso es un acontecimiento sumamente improbable e incierto.

No siendo suficiente con la dilución del valor provocado por la ampliación de Banco Popular, aprovechando el descenso de los precios de las acciones debido no a un decremento puntual y salvable de los beneficios del banco, sino de un deterioro evidente, constante y de años de duración, desde las oficinas bancarias nuevamente debido a la falta de un correcto proceso de decisión a la hora de invertir, se colocaron más acciones a los inversores individuales confundiendo una bajada de precios temporal con un descenso que realmente estaba recogiendo el verdadero valor del banco a largo plazo, con la esperanza de que la situación cambiase rápidamente y las acciones se recuperasen.

Basar nuestras inversiones en la posibilidad de que un acontecimiento improbable e incierto ocurra es encomiarnos a la suerte, y convertir la inversión en un juego de lotería. El resultado de puede ser muy bueno y muy improbable, o muy malo y probable, en el cual perdemos todo el principal.

Y la inversión no debe ser un juego de lotería sino que debe basarse siempre en los principios de la prudencia, y para ello se deben establecer unas pautas que nos permitan seguir un proceso lógico y racional en la selección de activos que nos permita garantizar la seguridad del principal y obtener una rentabilidad adecuada, con la tranquilidad de que nuestro dinero está invertido en empresas sin problemas financieros y con una rentabilidad y crecimiento oportuno.

 

Guillermo González

Consejero delegado de Arwen Capital

 

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