Si hay algún ámbito plagado de concepciones erróneas, ese es el de la inversión. La capacidad para pensar con claridad, de abstraernos de la locura diaria del mercado y ver nuestras inversiones con un enfoque de largo plazo impide en la mayoría de los ahorradores ver la extraordinaria capacidad de creación de riqueza que tiene el mercado bursátil.

La concepción habitual del dinero  y las inversiones está repleta de  mal-entendidos que  provocan decisiones erróneas. Uno de los más graves que nos impide acercarnos al mercado con tranquilidad es la de que la volatilidad de los precios es equivalente al riesgo, así como el suponer que otros activos que no cotizan en bolsa son menos arriesgados porque no percibimos esa variación de precios a corto plazo al no disponer de una cotización susceptible de consultar a diario. Durante la crisis del 2008, cuando los mercados se desplomaron durante varios meses, mientras los tenedores de acciones observaban temerosos cómo sus acciones caían los propietarios de viviendas percibían esa bajada como mucho menos dolorosa, incluso ajena, cuando realmente durante la caída estaba siendo mucho más acentuada en el mercado inmobiliario, ya que era el desencadenante de la crisis. La valoración general de “La Bolsa” de un país tiene está directamente relacionada con su PIB, de manera que siempre se mueve en unos porcentajes máximos y mínimos del mismo, según el momento del ciclo que atraviesen. Si las economías modernas tienen los mecanismos necesarios para tener un crecimiento a largo plazo de aprox un 2-3%, y las bolsas ajustarán sus  valores a dicho crecimiento, además de la inflación, por lo que podemos esperar una revalorización sobre un 4-5%. Una vivienda sin embargo no ajusta, analizando datos históricos, su valor al PIB, sino que sólo lo hace a la inflación, por lo que no podemos esperar una revaloración real de nuestro patrimonio inmobiliario, aunque hay que reconocer como protección a la depreciación del dinero es un buen activo.

De un modo similar  actuamos frente al dinero liquido, el cual  tiene una probabilidad de pérdida de valor asegurado al depreciarse debido a la inflación,  y sin embargo cómo su precio es constante es percibida como de riesgo nulo. Si bien es cierto que en los últimos 9 años la bolsa española no ha recuperado los niveles máximos previos a la crisis debido a los sucesivos descensos que tuvo el producto interior bruto español entre el 2009 y el 2013, si analizamos la evolución histórica del principal índice bursátil español, desde 1987 se ha revalorizado un 652% en 29 años lo que supone una rentabilidad anual del 7,2% y después de atravesar la peor crisis económica después del crack del 29. En los últimos 9 años, sólo si hubiésemos justo comprado en los máximos previos al 2008 tendríamos ahora una devaluación de nuestro principal. Aceptando por tanto que en el largo plazo los mercados bursátiles son ideales para la creación de riqueza y asumiendo que las economías desarrolladas perseveraran su extraordinaria capacidad de crecimiento y progreso, debemos realizar nuestras inversiones en carteras diversificadas y evitando pagar precios excesivos como los surgidos durante burbujas como la del 2008, que nos protegerán en gran medida de pérdidas de valor temporales demasiado prolongadas, y que nos permitan  conseguir nuestros objetivos de inversión de la manera más estable  y rentable posible, pero asumiendo que a corto tendremos que oscilaciones de precios temporales a la baja de nuestra cartera que con el tiempo se superaran con soltura.

 

Guillermo González

Consejero delegado de Arwen Capital

 

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