El mejor momento para plantar un árbol fue hace 30 años. El segundo mejor momento es ahora.

 

Cuando al asalariado medio, se le plantea invertir su dinero, la respuesta habitual suele ser que en este momento sus ingresos son bajos y que no puede destinar ninguna cantidad a dicho fin. El salario medio en España es de 1.600 euros netos mensuales, mientras el salario más habitual es de unos 1.000 euros. Cualquier persona con dicha renta estimará que su capacidad de ahorro es nula y que de hacerlo, el resultado será irrelevante. La realidad es que en la mayoría de los casos, nuestra capacidad de ahorro no depende de nuestros ingresos, sino de nuestra predisposición al mismo. Si una persona ingresa 3.000 euros mensuales, su entorno se encargará de crearle suficiente necesidades de manera que tampoco tenga capacidad de ahorrar, provocando que el ciudadano medio adapte automáticamente al alza sus gastos en el preciso momento que aumentan sus ingresos. No es lo que ganamos, sino lo que retenemos, lo que nos hace más o menos ricos.

 

Pero si gastarnos nuestra renta completamente sin dedicar nada al ahorro no es recomendable, peor aún es endeudarnos para comprar artículos de consumo que nos producirán una satisfacción temporal, que se depreciarán instantáneamente tras la compra y cuya deuda permanecerá durante varios años, condenándonos a la obligación del pago de las cuotas, provocando la imposibilidad de ahorrar y provocando una permanente y en algunos casos angustiosa situación de la cual no podemos escapar. En este caso, los principales beneficiarios son por un lado los bancos que consiguen un margen por los préstamos que nos conceden y las empresas que obtienen un beneficio por los productos y servicios que nos venden.

 

En nuestra mano está consumir los productos y servicios que las empresas nos ofrecen, convirtiéndonos en victimas del sistema, o invertir en las empresas que los producen y convertirnos en los auténticos beneficiarios, utilizando nuestro dinero para comprar activos que generen una buena rentabilidad y que con el tiempo, si bien es posible que no consigamos una independencia económica total (esto dependerá de la cantidad mensual destinada al ahorro y del acierto de nuestras inversiones), obtengamos un buen colchón que nos permita hacer frente holgadamente a cualquier imprevisto o simplemente gozar de la tranquilidad de su tenencia.

Está al alcance de cualquiera, independientemente de cuales sean nuestros ingresos, destinar un porcentaje de los mismos a la inversión en activos rentables y obtener a través de esas inversiones una pequeña parte de los beneficios empresariales. Si una persona destinase el 10% de su salario mensual a la inversión (10% de 1600 euros, 160 euros al mes) durante toda su vida laboral, comenzando a los 25 años, y lo invirtiese a la rentabilidad del  7.2 % anual (veíamos en el artículo de la semana anterior que es la rentabilidad media del Ibex en los últimos 30 años), en el momento de su jubilación tendría la nada desdeñable suma de 463.663 euros. A una rentabilidad del 9.3% anual, la obtenida bajo nuestra gestión en los últimos 9 años, a los 65 usted tendría 835.837 euros. Un 2% de rentabilidad anual más supone casi duplicar la inversión en 40 años. Por ello es importantísimo invertir nuestro dinero a través de un vehículo que tenga una estructura de comisiones lo más baja posible (Arwen Capital no cobra comisiones si la rentabilidad anual es menor al 6%), y mantener una disciplina lo más exhaustiva posible en el ahorro. Estos dos ingredientes, unidos al inevitable y rápido paso del tiempo, harán de nuestro ahorro una pequeña, ¿o gran? fortuna.

 

Guillermo González

Consejero delegado de Arwen Capital

 

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